«Es como mi vida, y tal vez un símbolo de la vida de cada poeta que externamente funciona sin problemas, y es un poco maltratada en sus sueños.»
—Mihály Babits
El califa cigüeña es la primera novela de Mihály Babits, escrita en 1916. El protagonista de la novela, Elemér Tábory —un apuesto joven y destacado estudiante que espera un futuro brillante—, es torturado por sueños en los que aparece su alter ego, un aprendiz de carpintero infeliz, feo y amargado. En ese estado esquizofrénico, las fronteras entre la realidad y el sueño, el día y la noche, se vuelven cada vez más borrosas.
En esta obra, el autor evoca al romanticismo alemán y recupera motivos conocidos de la literatura europea como el Doppelgänger, nuestro doble fantasmagórico; el mal que vive en cada uno de nosotros.
Traducción de Eszter Orbán y Fernando de Castro García // [n] 2018 // ISBN 978-84-948280-0-3 // 264 páginas // 18,00 €
El califa cigüeña
MIHÁLY BABITS
Marginalia
La vieja voz acostumbrada
Influido por las corrientes psicoanalíticas de la época, Mihály Babits crea esta obra cuyo texto, como era esperar de toda creación que busca ir más allá de lo evidente y transcender, establece un juego paralelo entre dichas corrientes y la intención principal, que no es otra que colocar de forma velada una agria crítica social. No en vano a Babits le tocó vivir una época muy convulsa. La tragedia de Babits —como apuntó George F. Cushing en Mihály Babits: Todos los grandes poetas son decadentes— fue que «mientras encontraba su propia voz, su mundo fue destruido por la Primera Guerra Mundial, la revolución de 1919 y el Trianon, y su espíritu siempre sensible se convirtió en una masa de heridas. Siempre fue un hombre de contradicciones en una época que era igualmente contradictoria».
Por ello, si uno lo piensa detenidamente, en El califa cigüeña se aprecian las ideas que aparecen en su La traición de los intelectuales —la crisis del espíritu humano, la degradación del intelecto o el oscurecimiento de la verdad—, planteamientos que hoy en día están más vigentes que nunca.
Esta crisis del espíritu humano, constante, indócil, renuente, nos sirve también para enlazar con nuestra anécdota del comienzo, y cerrar este círculo cetáceo, tan propio de greylock, pues al igual que Elemér Tábory se niega a aceptar su destino pero espiritualmente no puede huir de él; Jonás se niega a hacer lo que Dios quiere aunque está moralmente obligado a clamar contra el pecado y la corrupción. En sus formas alegóricas, los dos, Elemér y Jonás, no son finalmente más que una advertencia creativa y digna contra el fascismo.
—greylock